- Muñeca ¡Sube a la moto!
- Te he dicho que no, conduces como un loco y además has estado bebiendo.
- Un par de cervezas no es NADA.
- Me da igual. Pero bueno ¿Qué te crees tú? Apareces cada quince o veinte días, ni una llamada, nada, y pretendes que esté disponible para ti cuando te da la gana. Pues no, tengo una vida que atender. Yo no te exijo nada ¿verdad? Pues tú tampoco lo hagas. Tengo que estudiar, no puedo estar pendiente de ti. Si te ha dado por ir a vivir al campo, solo, en ese lugar absurdo, es tu problema.
- Pequeña y tonta burguesa. Vivo solo, en el campo, porque me gusta. La ciudad es un puta mierda, y tu facultad y tus estúpidos amigos niños de papá, también.
- Te recuerdo que tú también has ido a la facultad. Y no entiendo cómo tiras a la basura tantos años de estudio sin más, aislándote de esa forma.
- Si eso no me lo planteo yo, no tienes por qué hacerlo tú.
- Ya, tienes razón, es perder el tiempo. Me voy 10 días a Uruguay de vacaciones, a casa de una amiga.
- ¡Perfecto! Te voy visitar, puedo ir con la moto.
- ¡No! Escucha, aprecio mucho a mi amiga y a su familia. Son un poco convencionales, no puedes aparecer.
- ¿Te avergüenzas de mi?
- Un poco, sí. Sabes que soy muy sincera. Vas con esas pintas, siempre intentando llamar la atención, montando escándalos por nada. Se preocuparán si me ven contigo.
- Muñeca, sube a la moto.
- No puedo, tengo que estudiar.
Su mano áspera me coge el brazo, me acerca a él. Apoya su frente sobre la mía.
- No me dejes sólo esta noche, por favor.
Lo miro a los ojos, siento su miedo, su soledad, su desolación. Coloco mi mano sobre su mejilla.
- Voy por mis libros, espera.
Subo a su moto por fin.
- ¿Has limpiado un poco?
- No, todo está igual o peor.
- Mierda.