domingo, 28 de febrero de 2010

¿Qué ves?



- Cierra los ojos ¿Qué ves?
- Un mar tranquilo.
- ¿Qué más?
- Un par de niños jugando.
- ¿Qué aspecto tienen?
- Son pelirrojos, siempre me han gustado los niños pelirrojos.
- Ya. ¿Ves algo más?
- Una casa bonita y rústica.
- Sigue, dime más, me encanta escucharte.
- Te veo, vienes hacia mi, te sientas a mi lado, coges un puñado de arena tibia y la extiendes lentamente desde mi cuello hasta mi pubis en una fina línea. Me miras y me dices que me amas. Espero con paciencia que tu boca se acerque a la mía. Vaya, tus ojos parecen más azules.
- Intentaré hacer tu sueño realidad, quiero ver lo mismo que tú.

jueves, 25 de febrero de 2010

Esta noche.


No me sale la voz, tu mirada corta mi respiración, mis manos tiemblan sin control, deja que apoye mi frente sobre tu pecho, me siento pequeña y frágil. Acabo de verlo con claridad. Si no eres tú no será nadie más, no volveré a intentarlo, ya no. Tu presencia me marea, me encamino hacia la cama con el alma encogida y el corazón abierto, quítame el miedo. Si me besas tal vez logres que se me olvide el temor, si me acaricias con esa intensidad tan tuya, tal vez logres que me implique de verdad hasta el fondo. Tal vez me abandone por fin y me atreva a disfrutarte con todas las letras. Es la noche perfecta porque, como dice la letra de aquella canción: esta noche..Moriría por vos.

lunes, 22 de febrero de 2010

Tus manos.


Como la seda, como la seda se deslizan tus manos, bajan con cuidado, recorren el camino trazado para ellas, despiertan instintos, provocan ansiedades, buscan, ofrecen, viven en mi. Soy de ellas, sucumbo a sus urgencias y exigencias. Las observo ir y venir en libertad, las amo, me derrito, las espero impaciente, obtienen lo mejor de mi. Ante ellas emergen mi gracia y esperanza, no dejes que me abandonen. Mantenlas conmigo y en mi, sin ellas dejo de ser yo.

domingo, 21 de febrero de 2010

Un bebé triste..


Me sorprendió, nunca había visto un bebé tan triste, debía tener siete u ocho meses y no apartaba la mirada de la cara de su padre que la sostenía con cuidado entre sus brazos mientras hablaba con su pareja, ubicada a su lado en el metro. Observé la adultez de su gesto, aquella niña se encontraba muy triste, sólo se limitaba a acariciar con un dedito el pecho de su padre, un pequeñísimo movimiento que me sugería una gran falta de interés por su entorno, como si estuviese en otro mundo. Sus cejas denotaban su desasosiego. Ni siquiera se dio la vuelta cuando comenzó la música, el bandoneón de aquel señor comenzó a sonar muy cerca de su cabecita. Cuando acabó eché unas monedas en su sombrero sin apartar la vista de la pequeña, estuve a punto de llorar, imposible que un bebé no tuviese el más mínimo interés por su entorno. Desde luego algo sucedía con aquella niña, pero no parecía estar enferma, se encontraba demasiado tranquila. Bajé del metro inquieta, los bebés son alegres, curiosos. Son esponjas con una única misión, aprender. ¿Por qué se me ocurrió pensar que la tristeza de aquella niña era asunto de todos? ¿Habremos llegado a un nivel de decadencia tal que ahora hasta los bebés nacen tristes? Quién sabe.

sábado, 13 de febrero de 2010

Más fuerte.



Más fuerte, más, ahógame con tu abrazo, aplástame, comprímeme y guárdame en tu bolsillo. llévame contigo, aquí no hay nada. No creo, no siento. Clava tus ojos en los míos ¿Qué ves amor? Lo sé, es continuidad, es fuerza, valor. Es nada podrá conmigo si realmente lo deseo, y lo deseo. Me será concedido (bendita fe), luego lo celebraremos juntos, tan juntos que casi no podremos respirar, tan juntos que tendrán que separarnos por la fuerza. No te soltaré, eres mío. Adorarás dormir entre mis brazos, te abandonarás a mis caricias y comprenderás por vez primera el verdadero significado de la palabra amor.

martes, 9 de febrero de 2010

El viento.


Tumbada sobre mi estómago me dediqué a relajarme. Los brazos en cruz, la cabeza de lado. Ajena, me abandoné en brazos de la indiferencia, todo me daba igual. Recordé, mientras caía en un placentero sopor, la imagen de aquel señor tocando el saxo en el metro, lo hacía muy bien, tanto que me detuve a escucharlo con interés, nos sonreímos. Cada día una sorpresa. Un sudor frío recorrió mi espina dorsal, me encontraba en un estado deplorable. Era infeliz y no tenía especiales motivos, suponía que sólo buscando la soledad encontraría cierta tranquilidad. Si conseguía el alivio mental, llegaría el alivio físico. Me dediqué a recordar, visualicé la cara de mi madre, qué hermosa era, pelirroja con rasgos muy finos. Vi la cara de mi padre, escuché su voz, siempre regañándome con cariño y acento italiano. ¿Adónde se han ido todos? ¿Por qué me han dejado sola en este apestoso mundo? La ropa me molestaba, fuera con ella. Así, desnuda, vulnerable, así era como debía presentarme a las puertas de la vida. No me apetecía encontrar nada que me reconfortase, para qué, coño, si luego volvería a caer en mi eterno estado de 'todo me resbala'. Si al menos bebiera, una buena borrachera era lo que necesitaba. Pero no, no bebía, no fumaba, mi necesidad de independencia era total. De pronto pensé en el viento. Sí, dejaría que el viento me arrastrase a su antojo, tal vez lograra depositarme en un lugar en el que me sientiese cómoda por fin. Mi lugar, aquel al que pertenecía pero no lograba encontrar, aquel al que llegaría sin más. Alguien me recibiría con una sonrisa, me cogería de la mano y me llevaría hacia la paz.

viernes, 5 de febrero de 2010

Algo


De pronto sucede algo y las cosas cambian, pero no cambian en el momento, los cambios son sutiles aunque firmes, día a día van afianzándose, van encontrando su lugar para instalarse en tu rutina. No le habías dado demasiada importancia y sin embargo fue modificando tu vida poco a poco pero inexorablemente. Entonces te das cuenta de su importancia. Y resulta que era lo que habías estado esperando durante años. Algo que, con el tiempo, podría ayudarte a emprender los pasos que soñabas dar pero no te atrevías. Algo que, casi por milagro aparece delante de ti cuando ya habías perdido toda esperanza de alcanzar el sueño que tanto buscabas; entonces te aferras a ese algo, no lo sueltas. Pero te aferras con temor porque ya antes te habías aferrado a otros algos y la caída dolió. Ahora te aferras con prudencia pero te aferras, quién sabe, tal vez este sea el algo definitivo, el que te proporcionará por fin lo que tanto anhelabas. Y apelo a la fe, a la famosa esperanza, esa palabrita tan utilizada. Pero no pido, no rezo. Porque las cosas no llegan porque las pidas o eleves plegarias al señor, no. Las cosas llegan gracias al esfuerzo; esfuerzo que ya casi no hacía porque la esperanza era poca y pensaba que no merecía la pena: Ahora las cosas han cambiado. Tal vez vuelva a tener ganas de esforzarme, quién sabe. Por si acaso dejaré un pequeña, pequeñísima rendija para que entre la esperanza.

lunes, 1 de febrero de 2010

Duerme.




Te espero, percibo tus ganas, las hago mías. La sábana se desliza con suavidad. Cada centímentro de piel al descubierto es para ti ¿Me deseas? Mírame ¿Te gusto? ¿Cuánto? Vaya, eso me gusta. No existe nada más. Ven que te abrazo fuerte, ven que te doy mimos, te quiero. Deja que me tumbe un rato sobre ti. ¿Quieres dormirte así? No, no te preocupes, no me iré a ningún sitio. Mi lugar es éste, sobre ti. Cuando despiertes hazme tuya. Disfrútame, y luego vuelve a dormirte sobre mi pecho.