sábado, 14 de febrero de 2009

Una vida.

Acabo de leer un relato de Juan José Millás, de su último libro 'Los objetos nos llaman'. Me ha gustado tanto que tengo que postearlo, quiero compartirlo. Me encanta su forma de llegar, este relato, bien interpretado.. dice mucho.


Una vida.

Más que conocerse, se reconocieron, pues los dos tenían la impresión de haberse tratado en una vida anterior. Hacían el amor en cualquier sitio y en todas las posturas, como si buscaran un acoplamiento que les permitiera ser uno. Cuando cualquiera de ellos salía de la cama para ir a la nevera o al trabajo, el otro se sentía amputado. No soportaban las separaciones porque cada uno era el oxígeno del otro, la sangre del otro, el alma del otro. La excitación que les proporcionba encontrarse procedía del sentimiento de estar al fin completos. Solo estaban completos cuando se encontraban el uno sobre el otro, o el uno al lado del otro, o el uno debajo del otro. Se metían la lengua por todos los orificios del cuerpo, incluídos los de las narices. Estaban enamorados, en fin.

Lo sorprendente era que la pasión duraba. No la atenuaban ni el calor, ni el frío ni el paso de las semanas y las estaciones. A veces comenzaban a desnudarse en el ascensor para no perder un segundo del tiempo que se les permitía estar juntos. Llegaron a pensar que lo suyo no se parecía a lo de nadie. Lo ocultaban por miedo a despertar envidias, recelos, comentarios. Desde la altura de su completitud, observaban con cierta lástima al resto de la humanidad como los dioses observan con piedad a los mortales desde el Olimpo. Disfrutaban de la comida, del sexo, del cine, de la televisión, de la calle. Todo lo que hacían juntos adquiría una relevancia especial por el simple hecho de que ellos lo tocaban con su magia.

Tuvieron un hijo. Durante el embarazo, la tripa de ella había empezado a poner entre los dos una distancia que, con el nacimiento de la criatura, se convertiría en un abismo. Ella solo vivía para el niño, al que él observaba con amor y desconfianza, pues aquella criatura había sido de verdad una sola persona con su madre. Nunca nadie les podría quitar eso. Tal vez, pensaba, madre e hijo se pasarían el resto de la vida buscando una postura que les permitiera convivir como cuando él iba dentro de ella y ella alrededor de él. Al principio él creyó que cuando el niño creciera, ella regresaría y volverían a follar como locos, como si fueran las distintas partes de un alfabeto en busca de las distintas combinaciones para componer una frase. Pero el bebé se hizo niño y el niño se hizo adolescente sin que la pasión entre el hijo y la madre decreciera. El hombre observaba aquella experiencia con algo de rencor, pero sobre todo con asombro. le asombraba ver la cantidad de energías que la madre era capaz de dedicar al hijo. Aquello era amor, un amor desesperado, que es quizá el único amor posible. El se consolaba ocasionalmente con alguna aventura extraconyugal, incluso con alguna prostituta. No le importaba pagar, hasta le parecía más decente. Pero ni en las aventuras de pago ni en las otras encontraba el paraíso perdido.

Luego, un día, siendo el hijo ya un joven, se empezó a distanciar de la madre, que aceptó el alejamiento porque tenía preparado, para cuando llegara ese momento, un discurso según el cual los hijos han de separarse de los padres para crecer. En apariencia, daba al hijo todo lo que necesitaba para huir de ella, pero en la realidad este darle todo era un modo más de retenerle.

Lo consiguió durante algún tiempo, pero al final pudo más la obstinación de él que la de ella, que se quedó sola en el mundo.

Un día, entrando en el salón de la casa procedente de la cocina, vio a su marido leyendo un libro. Hacía miles de años que no lo veía. Comprobó que había perdido pelo, que tenía arrugas, pero por debajo de ese rostro reconoció al hombre del que había estado enamorada hacía tantos años. Le dieron ganas de preguntarle donde había estado, pero no dijo nada quizá porque comprendió que era ella la que se había ido y la que regresaba ahora, después de una aventura agotadora con un hijo que la acababa de abandonar. Se sentó al lado de aquel desconocido y habló con él. El le propuso salir al cine, a cenar, a visitar museos y comenzaron a conocerse, a reconocerse mas bien. El gran amor de ella, el hijo, pasaba a veces por la casa, pero cuando se iba dejaba en la mujer un poso de tristeza que lo teñía todo. Aún asi la relación entre el hombre y la mujer se fue recomponiendo. Hicieron el amor un par de veces y, aunque no les salió bien, ambos se dijeron que había vida más allá del sexo. Todo iba bien, en fin, y habría ido mejor de no ser porque un día, en medio de la noche, él se despertó, contempló a su mujer dormida a su lado y comprendió que jamás sería capaz de perdonarle todos aquellos años de ausencia.

8 comentarios:

josef dijo...

Un relato fluido e intenso, con la pluma siempre siempre ligera y bien dispuesta de Millás. Excelente!

TitoCarlos dijo...

Ves? Es muy difícil convivir. Ello supone que cedo y el otro lado debe hacer lo mismo. Creo que con el parto dejaron de ser pareja, y no se plantearon ser otra pareja nueva, con planteamientos distintos, para poder sobrevivir como tal. No hablaron y pasa esto; uno de ellos no se da cuenta y el otro calla. Creo que no hay nada que echar en cara y nada que perdonar.

aapayés dijo...

Una hermosura de realto nos entregas
que realzan la bella misma de tu blog

Sentir siempre el amor es lo mas bello..
FELIZ DIA DE SAN VALENTIN

Saludos fraternos

Con mucho cariño

mariajose dijo...

a mi esto lo que me ha traido a la mente es la relaccion de mi ex, con su madre, gracias a ella se fué al traste despues de 8 años, el decidió seguir con su madre, y yo a dia de hoy se lo agradezco por que he encontrado una persona que realmente piensa en mi y en nosotros.
y por otro lado los hijos separan mucho (bueno eso dicen) pero esa pareja debe de ser una sola persona antes y despues del nacimiento.
un abrazo

cristal00k dijo...

Nada dura para siempre. Sólo el cambio es duradero amiga mía.La vida son ráfagas que van y vienen... Y cada vez que pasa una, la sensación es de pérdida... Pero lo nuevo también nos renueva e ilusiona... Es la vida...
Millás lo sabe y lo refleja.
Besos Andrea

Nerina Thomas dijo...

Cuenta en esta historia, a mi ver la obsesión de una madre hacia el amor del hijo. Grave error sin duda.Triste sin duda.
En la vida, una mujer debe ser capaz de cumplir todos los roles. De madre, amante con su esposo o pareja, amiga, hija, abuela, desarrollar su intelecto y otras cosas más.La obsesión no es buena en ningún orden. un abrazo amiga!!

cristal dijo...

Sencillamente genial la entrada, Andrea. Me gusta mucho Millás, precisamente acabo de terminar un libro suyo, que según él es autobiográfico:" El Mundo". Pienso que es un escritor con una sensibilidad especial que, además de conectar muchísimo conmigo, es capaz de afinar y ofrecer sobre la realidad un punto de vista absolutamente original y creativo. En este relato no ha podido estar más atinado sobre lo que supone en la relación de pareja, y en la vida de la madre, la llegada de un hijo. Magistral. Un abrazo fuerte, Andrea.

Andrea dijo...

Me alegra que el relato les haya gustado tanto como a mi. Un abrazo grande a todos.