Confirmó que enterrar a un vivo resultaba infinitamente más difícil que enterrar a un muerto. El vivo continuaba respirando, tenía el morro de vivir sin ella. Luego pensó que si se abandonaba a su propio cansancio podría seguir aplicando a su vida aquel refrán tan divertido, le encantaba: 'Andando el carro se acomodan los melones.' No era capaz de comprender las razones pero sus melones nunca acababan de acomodarse.
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2 comentarios:
(risas) perdón, perdón Andrea.
Un beso
No te disculpes, me río contigo :))
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