domingo, 31 de mayo de 2009

Nada

¿Y cómo hacer que entienda que no soy suya, que debo ser libre para vivir y sentir a mi manera? ¿Que este amor que me sale por los poros es incontrolable, no se detiene y abarca mucho? ¿Cómo hacer que entienda que soy diferente, no acepto normas ni entiendo reglas? El mundo es mío, lo quiero todo ¿Dónde está el límite? Cómo explicar que la única felicidad que entiendo es la que me procura el alma, cuando mi hijo me abraza y lo huelo, todo se ablanda.  En mi mundo disfruto de mis propias leyes, un amor que me abrasa con ese me consuela y me habla, dice que debo entregarlo a la gente. Quizá en forma de escritos, quizá en forma real. Y entonces me pregunto. ¿Cuál es la realidad? ¿La que escribimos o la que vivimos? Me siento más real escribiendo. Mi esencia real es la que emerge cuando escribo. Cuando vivo finjo, cuando vivo actúo. Menos cuando estoy con mi hijo, con él soy real, con él me divierto. ¿Por qué lloro cuando escribo?
Siento la irrealidad cuando escucho y observo el mundo real. Conversaciones sin contenido, problemas absurdos convertidos en graves tragedias. ¿Tragedia? Tragedia es perder a alguien querido porque la muerte se lo lleva de la peor manera. Ver a los niños hambrientos y quedarte sin habla. Eso es tragedia.
Hablemos de los problemas reales, los de verdad, los que te marcan y te hacen sentir, los que te estrujan el alma. De esos sólo puedo hablar cuando escribo porque nadie comprende en la vida real. Afortunadamente existe una realidad literaria que llena más que la real, tan llena de NADA.

viernes, 29 de mayo de 2009

Alguien

Y aquí estoy, a las 9 y 30 de la mañana, en mi día libre, con mi blog y pensando que no tengo conducta, me disperso intentando leeros a todos y me cuesta, es una sobredosis de información, de esencias diferentes, opiniones, estados de ánimo, amores, desamores, poesías, personalidades raras, dulces, cultas, torpes, fuertes, eróticas, uf.
Ayer, en mi cabeza, se formó un pequeño texto que me hizo sentirme pequeñita, no pensaba postearlo porque no hay nada que me moleste más que andar enseñando mi fragilidad emocional pero, hoy me voy a permitir ser vulnerable, en definitiva soy humana también, y me alienta y seduce el misterio de ignorar si hay alguien al otro lado de mi pantalla. Además, hasta he logrado que rime.

¿Hay alguien? ¿Hay alguien que me diga algo bonito? ¿Qué me quiera como soy? ¿Qué me entienda en lo profundo y valore mi razón? ¿Hay alguien que desee llorar conmigo cuando la noche llega, cuando me siento sola y hay luna llena? ¿Hay alguien que me explique por qué sueño, por qué siento, por qué amo y sufro sin razón? Si hay alguien espero que aparezca, le daría las gracias, de corazón.

lunes, 25 de mayo de 2009

Ven (II)

Así, yo sobre ti, sentada y alta. Me miras a los ojos desde abajo. ¿Te gustan mis caderas? Mi pelo cubre mis pechos ¿Sientes esto? Bailo lentamente sobre ti y para ti. Me gusta que te guste, me gusta tu expresión. Quiero y no quiero. Dame, pero no todo. Déjame con ganas, luego querré más, luego me darás.
Espero que me quieras, espero que me sientas ¿Me sientes? No dejes que te entregue mi razón si sólo deseas mi cuerpo. No me robes mi razón. Confío en que no lo harás.
Temo, amo sin límites. Amo sin pensar, amo y nada más. No entiendo la unión de los cuerpos si luego van a separarse para no volver a verse. Los cuerpos, una vez unidos se echan de menos, esperan con ilusión un nuevo encuentro.
No hagas eso, no, eso no. No me ames hoy, ahora, si mañana no estarás. No me digas que me amas. Mírame, tuya soy. Alta, sentada sobre ti, bailando sobre ti. Recuerda que mañana aquí estaré. Seré tu juguete, tu alegría y tu ilusión. Te sentirás mejor que en cualquier otro lugar, arropado y entendido, querido. Porque cuando amo, amo sin pensar, amo y nada más.

sábado, 23 de mayo de 2009

Ven

Ven, quítate la ropa. Siéntate frente a mi y mírame a los ojos. Así.
Dame tu mano, colócala aquí, sobre mi cabeza. Acaríciala lentamente. Baja un poco hacia mi rostro, así. Desliza suavemente tu pulgar sobre mis labios, me hace cosquillas, mi lengua asoma apenas y moja tu dedo. Arqueo mi cuello hacia atrás para que lo recorras a gusto. Dirígete a los hombros, mi punto débil, cosquillas y escalofríos cuando los exploras. ¿Vas a besarlos? Sí. Dejo mi delantera a tu disposición para que utilices tu imaginación, puedes demorarte lo que te apetezca. Llegas a mis costillas, uf, nada más excitante, fuertes manos masculinas presionando mi cintura con urgencia, con seguridad. ¿Y ahora? Qué haces. Vaya, mis glúteos se elevan en el aire, qué fuerte eres. Espera, échate sobre tu espalda, ahora me toca a mi.

miércoles, 20 de mayo de 2009

Fobia

-¡¡Mamaaaá!!
Llanto mezclado con angustia, la combinación más alarmante. Bajo corriendo sin pensar, tropezándome. Desesperación en los segundos de ignorancia de los hechos.
- Me he caído, me di en la cabeza con el sofá, dice llorando.
A ver. No, no, cuanta sangre. Intento ser valiente. Cojo una toalla pequeña, la empapo con agua y la aplico en la herida, apretando. Intento coger los abrigos pero ya visualizo los puntos negros en el aire. Intento pero sé que no voy a lograrlo. Me arrastro hasta el teléfono, necesito ayuda.
- Quédate ahí cariño, aprieta la toalla, mamá va a tumbarse a descansar un momento. No llores, no es nada. (No llego al teléfono, me arrastro. Lo cojo y marco el número).
- Ven pronto, el niño se ha caído, hay mucha sangre. Estoy perdiendo el conocimiento.
- ¡Estoy lejos! No llegaré antes de 20 min.
El teléfono cae de mis manos. Tras un par de minutos llaman furiosamente a la puerta. Me encuentro en el suelo sudando, con el niño a mi lado llorando. No puedo moverme.
- ¡Abre! soy J., me han llamado diciendo que tienes problemas.
- No puedo moverme.
-¡Rompo la persiana y la ventana!
- Espera.
Me arrastro, subo la persiana, abro la ventana. El vecino consigue entrar y se lleva al niño a urgencias. Me quedo sola  a merced de mis síntomas que ya vienen. Primero el hormigueo, segundo la parálisis facial que luego va bajando al resto del cuerpo. Miedo. Pánico. Las manos y los pies se deforman agarrotándose. No siento mi cuerpo en absoluto de cuello para abajo, de ésta no salgo. Me encuentra en ese estado al entrar corriendo. veo su rostro palidecer de miedo. Corre a por una bolsa para colocarla sobre mi nariz y boca.
- Respira.
- No puedo.
- ¡Respira, coño!
- Mejor obedezco. Aspiro como puedo mi propio aire, poco a poco comienzo a sentir un violento hormigueo en todo el cuerpo. Una pequeña esperanza, no es una parálisis permanente, no es un infarto, no moriré. Es un puñetero ataque de ansiedad provocado por mi estúpida y jodida fobia a la sangre. Tres puntos en la cabeza del niño y un potente tranquilizante para mi acaban con la pesadilla. Aunque siempre llevaré en la mochila de las frustraciones la certeza de ser una madre que no es capaz de ayudar a su hijo en circunstancias como éstas.

sábado, 16 de mayo de 2009

Sentido común

- Dame un beso. Otro.  Más.
- Me voy a ahogar, venga, sigue nadando.
- Hasta ese barco.
- No. ¡Está muy lejos!
- Muñeca, estás conmigo, no te pasará nada, te lo aseguro.
- Ok. Pero como me pique una de esas medusas que hemos visto...
- Eran pequeñísimas, deja de quejarte.

Aquella noche llegué casi de día a casa de mi amiga, su familia se enfadó tanto que decidí marcharme para no continuar escuchando sermones. Nos fuimos juntos a un pequeño hotel muy barato, solos, sin avisar a nadie. Disfrutamos de cuatro días increíbles, casi como una luna de miel, hasta que las obligaciones y responsabilidades llegaron para romper el hechizo. En ese pequeño lapso de tiempo sucedieron varias cosas. Maduré, aprendí, disfruté, y comprendí.
Entendí que aceptarlo como era significaba trabajar con la paciencia y la tolerancia. Mis ojos grandes como platos escuchándolo hablar, actuar, llamar la atención, vociferar. Pero en la intimidad me dejaba ver a una persona amable, tierna y sensible. Dos personas en una, un verdadero desafío. Sabía que no debía involucrarme completamente, mi sentido común me decía que no eramos compatibles pero siempre me gustaron los desafíos y me apetecía disfrutar.
¿Los detalles? Uf, geniales. Mucha playa, sol, velocidad, sexo y amor.

Ya de vuelta en casa volvió a ser el mismo, aparecía cada veinte días y juntos nos íbamos al campo, a su escenario de cosas rotas e impersonales.
El tiempo comenzó a hacer su trabajo y la vida puso en mi camino a otra persona que me colmaba de cariño y seguridad emocional.
Pasado un año, en una de sus repentinas apariciones, le dije que no iría con él. De pronto sentí la necesidad de permanecer junto a esa persona que me hacía llegar su amor de forma suave y serena.
- Escucha, no serás tú. No puedes ser tú. Lo sabes, ¿verdad?
- Sí, pero...
Tomé su cara entre mis manos.
- Es mejor así.
- No he podido muñeca, no he podido, lo siento, creo que nunca sabré comportarme.
- Lo sé, tranquilo.
Nos separamos con un gran abrazo. Hoy, tras veinte años y a pesar de la distancia geográfica, todavía me llama muñeca. Un amigo eterno e incondicional ¿Qué más se puede pedir?

miércoles, 13 de mayo de 2009

Playa

Decidí intentar olvidarlo, no sería su marioneta. Por las noches continuaba llorando pero era fuerte, guapa, recibía invitaciones permanentemente. No me quedaría en casa llorando por los rincones, de eso nada.
Me fui de vacaciones a Uruguay. Llevaba cuatro días en casa de mi amiga cuando de pronto apareció con su moto saludando muy feliz. Quedé completamente alucinada. No sabía qué pensar. ¿Había viajado por mi? ¿Cómo había dado conmigo? No entendía nada. Me dijo que había preguntado a mi familia y mi hermana le dio mi dirección. Me echaba de menos y quería verme. Guau. (Espera, espera, no corras, no caigas)
Quedamos en que pasaría a recogerme por la noche. Las horas no pasaban nunca. Tanta playa, tanta tontería cuando lo único que deseaba era correr a cambiarme. No me vestiría demasiado bien, es más, intentaría NO estar guapa. No merecía tanto esfuerzo.
Tuve algunos conflictos con la familia de mi amiga que no estaba de acuerdo en que saliese con 'ese' que habían visto pasar en moto a toda leche y con aspecto sospechoso. Logré convencerlos de que era un amigo de la familia. Algo extraño pero muy buena persona.
Bajé a la hora convenida y monté en su moto, feliz. Me dijo que estaba muy guapa (???). Fuimos al casino. Discutió con los de seguridad porque no nos permitían entrar en zapatillas, finalmente pudimos hacerlo. Nos quedamos un rato por ahí y luego nos fuimos a recorrer la ciudad. Bajamos a la playa y condujo a toda velocidad por la orilla. La noche era perfecta y me sentía feliz.
Nos echamos en la arena y nos besamos. Tenía mil palabras de amor en los labios pero no las dejé salir. Su voz en mi oído me mareaba. Me besaba suave, y decía:
- Acéptame como soy nena. Por favor, por favor.

lunes, 11 de mayo de 2009

Desengaño

Llegué a casa y fui directamente a mi habitación. Miré a mi alrededor; todo ordenado, tan cuidado, tan bonito. Sentía una extraña sensación. Mi madre preguntó por qué traía ese aspecto desaliñado, (si supiese, pensé).
No pude dormir, no lograba dominar mis emociones. Me di cuenta que me había enamorado hasta la médula. Comencé a preocuparme y con razón.
Tras quince días sin noticias de ningún tipo me encontraba francamente mal. No comía, no dormía, pero procuraba disimular para que nadie lo notase. Por las noches lloraba sin consuelo, no entendía el amor. ¿Por qué todo el mundo decía cosas bonitas sobre él cuando yo sufría tanto? ¿Así eran los hombres? Intentaba distraerme con mis compañeros de la facultad pero ninguno me llamaba muñeca, todos vestían demasiado bien y olían a perfume. No me gustaban.
Sabía que no había teléfono en el campo y de todas formas no estaba segura de desear llamarlo. Si no aparecía significaba que yo no le interesaba o al menos eso pensaba. Pero era muy difícil aceptar que había sido sólo sexo. Era demasiado joven para un desengaño tan brutal.
Veinte días después de aquellos dos increíbles días en el campo, apareció por la facultad conduciendo su cochecito descapotable rojo. Aparcó escandalosamente a mi lado mientras caminaba junto a un compañero saliendo de clase.
- Sube al coche, muñeca.
Lo odié y lo amé a la vez. Me despedí de mi compañero y subí al coche sin hablar. Intenté controlarme pero no pude evitarlo, las lágrimas cayeron sin permiso. Sólo atiné a mantener la mirada baja para que no lo notara. Silencio.
- Qué pasa nena.
- Para el coche.
Al detenerse y mirarme ya no pude esconder mis lágrimas.
- ¿Estás llorando? No, muñeca, eso no, dijo. (Me abrazó fuerte). Escucha, soy un bruto, lo sé.
- No, no eres un bruto, eres un imbécil. (No, no eres un imbécil, eres guapísimo y te quiero)
- Espera, debes saber que no tengo conducta, no puedo remediarlo. No esperes demasiado de mi, no soy constante, simplemente no puedo.
- Podías haberlo dicho antes de llevarme a la cama, ¿No crees? (Abrázame fuerte por favor. Dime muchas cosas bonitas)
- No puedo soportar los reproches.
- Vete a la mierda, me voy a casa en taxi. Y la próxima vez, búscate una prostituta. (No, dime que me has echado de menos, dime que has pensado en mi, dime, dime...)
Me fui pensando que los hombres no merecían la pena. Era un juego muy cruel el que jugaban y yo  demasiado ingenua. Si amaba, simplemente deseaba demostrarlo, pero evidentemente las cosas no funcionaban así.

sábado, 9 de mayo de 2009

Arroyo

- Escucha, debo irme, tengo que estudiar, tengo que..
- Tengo que, tengo que ¿No te cansas de 'tener qué' todo el tiempo?
- Es que...
- Es que nada, ven, dijo, tomándome de la mano.
Salimos y encontramos a 'sangre' bebiendo agua. Montó de un salto sobre él y me ofreció la mano para que lo acompañase.
- No lo sé, nunca he montado a caballo. No lleva montura.
- Muñeca, estás conmigo, no te pasará nada te lo aseguro. Además llevas vaqueros.
Me sentía en el lejano oeste. Él, tan macho y tan salvaje ofreciéndome su mano para llevarme a cabalgar 'a pelo'. Muy fuerte. Acepté, estaba empezando a divertirme de verdad.
Monté de un salto con su ayuda y me abracé a él, encantada. Dimos un gran paseo al trote por el campo. Nos detuvimos en una zona en la que había una especie de enorme corral con unas diez vacas en su interior.
- Salúdalas, son mías. Esa es Florencia, esa Francisca, Julieta...
- Estás muy loco ¿Sabes? Saludé a sus amigas con la mano y continuamos hasta un arroyo.
- Llegamos, dijo.
- ¿Llegamos?
- Sí, vamos a bañarnos.
- Ni hablar, no llevo bañador.

Soltó una carcajada

- Muñeca, no necesitamos bañador, este arroyo está en mis tierras, es mío. Por aquí no viene nadie.

Dicho esto comenzó a quitarse la ropa. Permanecí en silencio observándolo correr desnudo hasta el agua, llamándome. La cosa se ponía cada vez mas interesante, me quité la ropa y me acerqué.
- ¡No salpiques joder, está fría!
- Venga cariño, basta de mariconadas. Entra de una vez.
¿Cariño? Uf, qué bien ha sonado eso, pensé.
- Oye, estas pequeñas piedrecitas se clavan en mis pies, me hacen daño. ¿Cómo lo aguantas?
- Tengo pies de amianto nena, pero qué urbana eres.
Salió andando del arroyo, me cogió en brazos y me llevó como a un bebé. Me sentía en una película de verdad, este tío me gustaba mucho. Hicimos el tonto en el agua un buen rato y salimos para secarnos al sol.
- Ven.
- Olvídalo. ¡No me llevarás ahí!
- Sí, es el lugar perfecto.
- No me follarás detrás de un árbol, no te lo permitiré.

jueves, 7 de mayo de 2009

Hazaña

Desperté sobrersaltada, extraños sonidos golpearon mis sentidos, miré a mi alrededor buscando su origen, volví a sobresaltarme cuando di con el motivo. Descubrir la cara de un caballo negro en la ventana, lamiendo el cristal y dando pequeños golpes con su nariz acabó por despertarme completamente. Ese debe ser 'sangre', qué nombre le ha puesto, pobre animal.
Cuánta luz, claro, no había persianas. Él se encontraba a mi lado, durmiendo plácidamente, una posesiva mano sobre mi brazo. Permanecí unos momentos observándolo, tan tranquilo, tan guapo. ¿Qué haría con él? Sabía que no podía plantearme nada a largo plazo, no era una pareja, no era un amigo, era lo que era y simplemente me daba igual. Mi primer hombre. Había sido amable, cuidadoso y correcto a pesar de su aspecto y sus rarezas. En fin, necesitaba una ducha. Me levanté decidida a no mirar demasiado a mi alrededor, no miro, no miro, bien, ya estaba en el baño. Me metí en la bañera, vaya, no había grifo, no bajé los brazos, seguro que existía una forma. Estudié detenidamente mi entorno y descubrí unas tenazas en una especie de jabonera, claro, por algo estaban allí, las cogí y efectivamente logré abrir el grifo con ellas. Después de todo no era tan difícil vivir a su manera. Claro que no me gustó mucho descubrir que tampoco había alcachofa, el agua caía directamente del caño y golpeaba bastante al llegar al cuerpo, pero bueno, por lo menos tenía agua caliente, no podía quejarme.
Cuando volví a la habitación me encontré con un estupendo cuadro, sobre el colchón, en el suelo, una bandeja cuidadosamente preparada con café, tostadas, y atención al detalle, una flor silvestre en un pequeño vaso algo desconchado. Ahí estaba él, radiante, dando pequeñas palmaditas en el colchón para que me acercase.

- Buenos días muñeca. Estoy orgulloso de ti.
- ¿Por qué?
- Has abierto el grifo tu solita. Eso merece un premio y toda mi admiración, ven aquí.
Y fui, feliz, a celebrar mi gran hazaña.