Sintió en lo más profundo que algo cambiaba, deseó con toda el alma ese cambio. Observó el agua del mar acariciando sus pies, llegaba y se marchaba una y otra vez, se vio reflejada en ella, su vida, un eterno llegar y marcharse. Esta vez ansiaba quedarse, aquellos brazos eran demasiado cálidos para abandonarlos, le ofrecían algo que no había experimentado antes. Quién sabe, tal vez había llegado por fin su momento, quién sabe, tal vez sí merecía aquellas atenciones. Se dejaría querer hasta que se lo permitieran, tal vez esta vez lograse evadir la absurda contaminación que solía presentarse por sorpresa para estropearlo todo. ¿Y si era la felicidad golpeando a su puerta? ¿Y si era por fin el descanso? Se resistió a creer en aquella inalcanzable fantasía pero decidió regalarse una última oportunidad.
sábado, 5 de marzo de 2011
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2 comentarios:
Si de nosotros depende, no deberíamos negarnos cuantas oportunidades fuesen necesarias, y equivocarnos todas las veces que podamos.
Un saludo.
Vale la pena intentarlo, princesa... Yo me di permiso, pero no salió, seguro la próxima será.
Un abrazo inmenso!
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