Cuando mis ojos se llenan
de lágrimas es cuando todo comienza. Llegan para recordarme aquello que no he
podido conseguir. Objetivos imposibles. El tiempo invertido en ellos, inútil y
fatuo, no hace más que dar vueltas y vueltas sobre mi cabeza. Aquí estoy, dice.
Mira qué absurda has sido. Y entonces ocurre. Lo peor es no poder detenerla, la
razón se hace a un lado, incómoda. La ira abre la puerta sin permiso. Me coloco
delante con valentía, procuro no dejarla pasar. Que no, que no entras. Nada, ya
está aquí, se mete por todos y cada uno de mis orificios, me hace suya. Mi
perspectiva es errónea, por eso me posee con tanta facilidad. Intento recordar
la definición de madurez:"ser capaz de
aceptar la realidad de las personas y cosas tal cual son". Mil peros me
sugieren que pase de la madurez. Es una petarda, siempre inmaculada. ¿Y yo? ¿Y
yo qué? ¿Por qué? Porque sí, porque las cosas NUNCA son como las ves en tu
pequeña nube de pedos. Tu nube está llena de cosas que no existen. Ya, pero mi
nube me proporciona aire de calidad. Mi nube es mi creación, mi obra. Menos mal
que la tengo. Allí hay rincones donde esconderme, puedo soñar a todas horas. El
trato es cálido, allí me siento bien, puedo despojarme de
la ira y esperar. Esperar a que regresen las fuerzas perdidas. Porque cuando me
abandonan soy otra, el peso es demasiado y flaqueo. Algo parecido al dolor me
dobla. Imágenes del pasado se imponen y gritan. Y preguntan, me incitan a la
acción. Y siempre la misma lucha. Deja que lo que no es, no sea. Deja que siga
sin ser, aunque en tu corazón desees que sea con todas las fuerzas de tu ser.
miércoles, 4 de junio de 2014
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