Iba cada día, nada la detenía. Golpeaba a la puerta y temblaba consumida por la ansiedad. Necesitaba verlo. Su madre solía abrir con la mirada cargada de compasión, primera flecha, directa al pecho. Se dirigía hacia la segunda casi corriendo, cada peldaño una montaña, llegaba a la cima sin respiración ni cordura. Se acercaba lentamente a la cama para observarlo dormir unos minutos, un pequeño e íntimo regalo personal. Lo despertaba con una caricia, susurraba siempre las mismas palabras: 'vuelve a quererme, por favor'. La segunda flecha entraba directa, letal, al comprobar que no lo conseguiría, no hacían falta las palabras, sus ojos no mentían: 'Resígnate cariño, por favor, no vuelvas, no sigas'. Afortunadamente también decían que a pesar de todo sería comprendida si regresaba, así que..
viernes, 2 de diciembre de 2011
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1 comentario:
Esto es muyyyyyy bueno.
Gracias
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