Era el quinto piso que visitaba aquel día, necesitaba con urgencia encontrar un lugar potable para vivir antes de perder las fuerzas, la tarea era agotadora. Nada más entrar comprobó lo de siempre, espacio decente pero poca luz. En eso era inflexible, la luz era fundamental, y más si lo suyo era escribir. Cuando estaba a punto de descartarlo descubrió en un rincón del salón una especie de pasillo, al avanzar confirmó que no conducía a ninguna parte, no tenía luz, era un espacio sin sentido, demasiado pequeño para ser habitación, demasiado grande para ser armario, un vestidor tal vez, pero la ubicación no era nada cómoda para llevar a cabo esa función. Se encontraba sola, la señora que le enseñaba el piso había salido para hablar por teléfono. Bajó todas las persianas, apagó las luces, encendió una vela que había visto anteriormente abandonada en la cocina y se introdujo con cautela en aquel agujero. Llegó hasta el final en un instante y permaneció allí unos momentos. El piso no le atraía especialmente pero ese espacio la había subyugado. Visualizó a su hombre esperándola en medio de aquella pequeña y manipulada oscuridad. Supo que allí viviría momentos inolvidables, no hizo falta más.
lunes, 1 de agosto de 2011
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1 comentario:
Me encanto esta historia mucho, besos
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