
- Espera, no me mires.
- ¿Por qué?
- No lo sé, me siento insegura.
- No temas.
- Temo a tu mirada.
- Mi mirada hablará más que yo.
- Por eso temo, tendré que enfrentarme a la verdad, tu mirada no sabe mentir.
- Siempre será buena.
- Si es buena, esa verdad será mi perdición, tal vez prefiera que sea mala.
- Si fuese mala este encuentro no tendría mayor sentido. Sabías que sería buena, por eso estamos aquí.
- Lo sé, pero ahora temo. Te veo, te huelo y te toco, no sé si seré capaz de digerir tanto sentimiento.
- Seremos capaces, ya lo verás.
- ¿Lo prometes?
- Prometo que seremos capaces. Prometo que disfrutaremos de un amor sincero. Cuidaré tu entrega con el corazón y tu cuerpo con mis labios. Prometo que nadie te hará daño y prometo ser feliz mientras te hago feliz. No llores.
- No puedo evitarlo, una respuesta tan maravillosa merece lágrimas y cientos de caricias.