
- Dime tu nombre.
- ¿Para qué?
- Pues, para dirigirme a ti.
- No me apetece.
- Y qué te apetece.
- Guardar silencio.
- Ok, no hablemos entonces.
- Vale, pero podrías mirarme, hablarme con los ojos.
- No sé si sabré hacerlo.
- Venga, lo harás muy bien.
(Medio minuto de intensas miradas)
- Para, estoy a punto de derretirme.
- ¿Lo hago bien?
- ¿Bien? Has nacido para esto.
- Es el momento del beso ¿No crees?
- Sí, el beso pero...
- ¿Pero?
- Soy muy enamoradiza, tal vez no sea prudente.
- Me arriesgo.
- Ni siquiera sabes mi nombre.
- Me invento uno.
Se lo inventó, me besó y me llamo así hasta el final de nuestros días.