Al entrar la descubrí en la cama, quietecita debajo de las mantas, pendiente de mis gestos, de mi mirada. Me esperaba alegre y ansiosa como una niña. Imaginé su piel desnuda, su calor, y en un segundo me deslicé entre las sábanas buscándola feliz. Cuando abrió generosamente sus brazos para recibirme agradecí mi buena suerte, hundí mi cabeza en su pecho, respiré profundamente, amé ciegamente y luego sufrí, porque comprendí que la vida no es más que un absurdo escenario de alegrías y miserias.
viernes, 23 de abril de 2010
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7 comentarios:
Pero las alegrías nos compensan y nos hacen tirar para adelante, verdad?
Hace mucho que no pasas por mi blog. Y tengo unos estupendos regalos para todos los seguidores.
Anda, vente y tendrás otra alegría para compensar miserias.
Y un beso.
El recuerdo de las alegrías nos hacen seguir viviendo cuando las penas se apoderan de nosotros.
Un besazo guapa.
Esa frase final, amiga Andrea, últimamente es la que inunda mi alma.
Te dejo un abrazo, fuerte y cariñoso.
Los claro oscuros nos alimentan y nos hacen apreciar los unos a los otros, descubrirlo pronto es importante.
Un beso, Who.
Por lo menos el llegar a comprenderlo hace parte del trocito de felicidad que nos toca.
Un saludo.
Hola, Andrea.
Mucho tiempo sin visitarte.
Quería decirte que me siento muy agradecido de conocer este "absurdo escenario de alegrías y miserias", porque, sinceramente, en el limbo me aburría mucho, y a mí lo que me gusta sobre todo es sentir.
Un abrazo.
Es un escenario que nosotros creamos, alegrías y miserias, y también podríamos cambiarlo, pero eso lleva su tiempo. ¡Fomentemos las alegrias! Disfrutemoslas, por que las miserias, mejor enterrarlas.
Un abrazo
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