
-Bueno, es hora de hablar sobre lo verdaderamente importante.
-Mmm, no sé si estoy preparada.
-¿Por qué?
-Porque duele.
-Venga, eres una tía fuerte, cuéntame. Háblame sobre él.
-Intentaré resumirlo. Un tío casado, con ganas de follarse a una rubia. Eso es todo.
-Vamos, déjate de tonterías, hay una larga historia detrás de esas palabras, explícate.
-No, es corta, fui una imbécil absoluta, creí ver algo, siempre me consideré muy intuitiva, noté que se sentía feliz, lo vi en su mirada, sentí sus ganas, su cariño y...oye, de verdad no puedo hablar de esto.
-¿Por qué?
-Empieza a faltarme el aire, me duele el pecho, no puedo..
-Sientes con demasiada intensidad, pero inténtalo, aquí estoy para ayudarte.
-Me enamoré como una imbécil, dejé que el sentimiento me cegara, yo tuve la culpa, creí, basándome en lo que intuía, en lo que sentía, entregué mi cuerpo y mi alma (qué gilipollas fui) a alguien que sólo quería sexo. Me falló mi intuición, mi criterio, mi coherencia, que imbécil, qué imbécil ...Y luego me di cuenta, me lo dijo...a su mujer no le gustaba follar, ese era todo su problema, necesitaba a alguien para follar.
-Pero..
-Sí, es sorprendente comprobar (probablemente lo sepas, por algo eres psicóloga) la cantidad de mujeres que pierden las ganas de sexo con el paso de los años pero continúan exigiendo fidelidad (cosa que me parece absurda), tengo mis teorías al respecto.
-Qué teorías.
-Los hombres se quejan porque sus mujeres ya no quieren sexo con frecuencia, y de alguna manera las comprendo, cuando la relación se ha vuelto hueca, cuando ya no hay complicidad ni entusiasmo, la libido desaparece, es lógico. Sólo vuelve a aparecer con el entusiasmo de lo nuevo, de lo fresco.
-Sabes de lo que hablas, es verdad, sólo que no suele salir a la luz, pero es un tema al que podríamos dedicarle una sesión entera. Sigue contándome tu historia..
-Ella sospechó y.. él cambió de actitud completamente. No te puedes imaginar lo enfadada que estoy conmigo misma por ofrecer mis sentimientos de forma tan ingenua, tenía un concepto tan increíble sobre él, aparentaba ser una persona responsable, coherente, equilibrada, parecía tan...Joder, cómo me equivoqué. Jamás habían jugado conmigo de esa manera.
-En primer lugar deja de culparte así, todos cometemos errores.
-De este tamaño no, intenté odiarlo, no pude, lo traté mal, le pedí que desapareciera y lo hizo, desapareció, luego le escribí disculpándome, necesitaba saber de él, pero..nunca respondió, simplemente desapareció. Me odia. Por eso no quiero hablar sobre esto, me odia.
-Estoy segura que no te odia, nadie podría odiarte, evidentemente el miedo lo paralizó.
-Me odia y no se por qué, nunca le pedí nada, comprendía su situación, solo quería ser su amiga, lo asusté con mis tonterías, con mis formas, soy una bruta, una...
-Joder, NO tienes la culpa.
-Sí, sí que la tengo, no supe llevar la situación.
-No cariño, en todo caso ninguno de los dos supo.
-¿Cuánto tiempo más sentiré esta sensación? Dime ¿Cuánto tiempo necesitaré para perdonarme a mi misma? Fui culpable de demostrar mis sentimientos, de confiar, no volveré a caer en el mismo error, no volveré a entregarme así porque duele, es una mierda. Paso de los tíos, paso..no tienen idea del daño que hacen.
-No debes generalizar, es un error, ya aparecerá alguien que por fin te demostrará el amor que necesitas y mereces, eres una gran mujer.
-No, ya no quiero más, ahora el miedo me paraliza a mí...
Imagen: Constanza Felippelli http://coni22.wordpress.com/